martes, 27 de septiembre de 2011

CASTRO DE BAROÑA.


He podido visitar recientemente uno de los castros celtas mejor conservados de toda Galicia. El castro en sí mismo es una auténtica joya arquitectónica e histórica, pero además por su emplazamiento increíble en una pequeña península al borde del océano Atlántico, hace de este enclave un lugar absolutamente mágico y digno de conocer.
El Castro de Baroña se encuentra como su propio nombre nos indica,en la parroquia sonense de Baroña, muy cerca de la localidad de Porto Do Son(A Coruña).
Para llegar hasta el Castro, debemos tomar el mismo camino que lleva a la Playa de Arealonga y una vez allí, un desvío señalizado nos acerca al Castro.

Está situado en una península rocosa a la que se llega por un istmo arenoso en el que ya nos encontramos con las primeras fortificaciones de estos vestigios.
En el Castro se pueden apreciar las fortificaciones que lo rodean en su parte más débil y accesible, así, antes de llegar a la muralla principal, nos encontramos en el istmo con las dos primeras murallas paralelas que servirían de primer grupo de defensas ante posibles ataques enemigos.



Seguidamente lo que nos encontramos es un triple encintado de muros paralelos y escalonados de un metro de espesor y que finalizan en una puerta de entrada, la cual se encuentra flanqueada por una torre trapezoidal.
En la zona sur del Castro y de más difícil acceso, el muro ya no es triple, sino que es un muro sencillo, tal vez porque su ubicación sobre un promontorio rocoso ya dificultaba el acceso al interior del Castro suficientemente.
Tras la puerta de entrada ,en la que se aprecian perfectamente los peldaños de la escalera, llegamos a un poblado dividido en dos: la parte inferior (la zona sur) y parte superior (la zona norte). En la zona sur, situada a un nivel inferior que la norte, nos encontramos con las primeras construcciones y flanqueando la puerta aparecen los restos de la torre que serviría de defensa y haría también las veces de garita.



Las construcciones que nos encontramos en el Castro de Baroña independientemente del nivel en el que nos encontremos, son casi todas de planta circular, con banco corrido en todo el perímetro de las casas y no se aprecian puertas de entrada o ventanas. Esto es muy habitual en los castros que han sido poco o nada romanizados, puesto que el urbanismo como se entiende hoy en día, no llega a nuestra tierra hasta que lo traen los romanos, que junto con ellos trajeron también las casas de planta cuadrada. Así pues, una organización urbanística y viviendas cuadradas con distribución interior solo las encontraremos en los castros más tardíos y que alcanzaron su apogeo bajo la dominación romana.

Con respecto al hecho de la falta de puertas y ventanas en las construcciones castreñas todavía hoy suscita debate entre la comunidad arqueológica, no obstante, la teoría con más fuerza y más sostenida es aquella en la que se postula que la puerta de entrada estaría ubicada en la techumbre de la vivienda, la cual viene reforzada por la poca altura de las paredes exteriores, mientras que la iluminación interior vendría proporcionada por un hueco en la parte más alta que también haría las funciones de chimenea permitiendo la salida del humo producido por el fuego que estaba siempre encendido dentro de las viviendas.



El Castro de Baroña, es el más típico ejemplo de castro de tipo marítimo, ya que no solo se encuadra dentro de esta clasificación por su ubicación, ya que también lo hace por el medio de vida de sus habitantes.
La majestuosidad del Casto de Baroña, no reside en sus muros, puerta de entrada, un óptimo estado de conservación o sus construcciones; la belleza del Castro reside en el lugar elegido por nuestros antepasados para levantar su civilización y sus urbes.
La península rocosa, es perfectamente defendible por todos sus flancos, en los cuales el mar jugaba una parte importante. También los acantilados que lo circundan, lo convierten en un bastión de resistencia, preparado para sufrir guerras, asedios, y los ataques de los ejércitos mejor armados. Sin embargo, las últimas excavaciones, abren la posibilidad que de poco sirvieron ante la llegada de las tropas romanas.



La Civilización Castreña, o Cultura Castreña (esta última denominación, parece la más aceptada entre la comunidad arqueológica) aparece en el noroeste peninsular hace más de dos mil quinientos años, llegando a su máximo apogeo entre el siglo I a. C. y el siglo II d.C., aunque también hay que señalar que muchos arqueólogos discuten sobre la ubicación temporal de la Cultura Castreña y de su época de máximo esplendor, pues los detractores de un apogeo tan tardío argumentan, que ya no es una cima de la Cultura Castreña en sí misma, sino más bien un éxito de la colonización romana.



Se han encontrado objetos, restos y castros, tan antiguos que algunos arqueólogos han situado el inicio de la Cultura Castreña en el año 700 a.C., y se puede que en siglo III de nuestra era existe una decadencia y pérdida total de identificación con la Cultura Castreña ,pues las civilizaciones y las gentes no desaparecen, sencillamente evolucionan a otras formas de organización social, cultural, religiosa, etc... que luego los historiadores se encargaran de definir como otra civilización, era, o período.
Según estos indicios nos encontramos ante una civilización que se extendió temporalmente durante casi mil años, aunque la influencia romana posterior se encargase de aplastar todo rastro de esa cultura.

Su extensión territorial no fue tan amplia como cabría esperar ,debido al enorme período de tiempo que abarca, pues se puede hablar exclusivamente de territorio castreño al comprendido entre el norte del rio Duero y el oeste del Macizo Galaico, evidentemente, existen indicios que nos invitan a creer que se extendieron más allá de esos límites, pero si tenemos en cuenta los escritos de los historiadores romanos los habitantes de las zonas adyacentes ya no tenían un carácter tan marcado y en el que se apreciaran los mismos rasgos que los del noroeste.



Según los historiadores romanos nunca hubo una civilización tal y como la entendemos, pues para ellos todos aquellos pueblos que no fuesen romanos eran bárbaros y representaban todo lo nefasto y todo lo malo, mientras que lo romano era realmente lo civilizado. Por ello no podemos considerar estas fuentes como muy fiables, teniendo en cuenta también que tampoco eran historiadores como hoy los conocemos, pues estos se limitaban a recoger victorias y conquistas romanas, con un punto de vista muy poco objetivo.



Hoy por hoy, y siempre tomando como referencia las excavaciones arqueológicas, sí que podemos hablar de una civilización, pues poseían rasgos propios de identidad. Sus construcciones, su arte, su religión y su organización social nos hablan, a través de los siglos, que en su día las piedras de los Castros fueron testigos de como un pueblo se levantaba y perpetuaba su obra en el tiempo, con mayor tosquedad y menos magnificencia que la romana, pero con un significado que hoy nos revela la arqueología y que todavía le queda mucho por enseñarnos.
Es sin duda un enclave digno de visitar para además de por su belleza arquitectónica de tantos y tantos siglos, poder deleitarse con unas vistas del océano atlántico realmente espectaculares.

Os dejo un par de video grabados en el Castro para que podáis verlo desde varias perspectivas.
(Recordad que para la perfecta escucha de archivos de audio y video en este blog, deberéis desactivar la música de fondo en el reproductor que encontraréis en la parte mas baja del mismo)
Baroña 1


Baroña 2


Sin más me despido, no sin antes agradeceros de nuevo vuestra atención.
Un cordial saludo de vuestro amigo, Eugenio, alias Karkallón.

Fuentes consultadas para la realización de este reportaje:
Wikipedia y terra.es
Fotografías, video y edición por Karkallón.

1 comentario:

  1. Impresionantes lugares los que nos muestras Karkallon. Un lugar de poder sin duda.

    Como siempre interesantísima entrada.

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